Lo llamaba Nimásnimenos pero su verdadero nombre era Justo, algunos, para diferenciarlo del padre, le decían Justito. No sé si teníamos la misma edad, creo, con la distancia de los hechos, que él era un año mayor. Lo imberbe de nuestros actos fue lo que nos llevó a tanta competencia. Nos toreamos por días poniendo como sede del duelo a la pileta del club. Cincuenta metros de agua dispuestos al capricho de nuestras fuerzas.
Las preliminares habían sido batallas de poca monta, coronadas por el obstáculo que, involuntariamente, proponían los bañistas. Algunas habían sido victorias de Nimásnimenos y otras mías. Siempre quedaba la duda de qué pasaría en pileta despejada. Estábamos lejos del record olímpico, lo nuestro se parecía más a una puesta en escena que a dos guapos marcando territorio. Alfredo fue el elegido para el correveidile. Todas su apariciones se iniciaban igual: “El Justito dice que…” Supongo que del otro lado habrán advertido la similitud de cada provocación.
El acuerdo fue a las 18 horas, mano a mano, cincuenta de ida crol, vuelta de espalda.
- Justito dice que te saca media pileta de ventaja – me arrojó Carla.
Le respondí una grosería que hubiese sido bueno evitar, tal como lo hago ahora.
No sé cuánta gente estaba presente en el natatorio del club. Recuerdo que no dormí la noche anterior y que limpiar la pileta de intrusos fue más difícil de lo imaginado.
Por fin comenzó el duelo; cada uno con propia hinchada de amigotes que alentaba gritando. Antes de ponerme en posición miré a Carla, ella al estúpido de Nimásnimenos. Sentí que me faltaba el aire. Don Raúl pitó la salida y no tuve tiempo de pensar. Escuchaba el sonido distorsionado de la hinchada mientras presentía el borde más cerca. Primera pileta, no me detuve, toqué y me impulsé. Los gritos se oían fuertes, ya estaba degustando el triunfo.
Emergí en forma teatral, preparado para la ovación. Sobre el piso, las huellas de quien ya había salido del agua. El infame.
-¡Ganaste con lo justo, Justito! Don Raúl, creyéndose un iluminado de la originalidad felicitaba y abrazaba.
Quedé de espaldas, protegido por el toallón, mirando hacia la pared, una tonta penitencia autoimpuesta. Lo sentí llegar, despacio, quizá el premio pesaba mucho.
-Con lo justo –repitió- “ni más ni menos”.
Pudo haberse reído a carcajadas, pero no, dijo la frase de forma tan solemne que los demás la confundieron con humildad, provocando otro estallido de aplausos.
Mi sangre se convertía en furia; el puño cerrado deseando moldearle la cara. Giré dispuesto a mostrarle quién era el verdadero ganador y vi que se lo llevaban en andas. Desde su trono humano me miró de reojo y frunció la boca. Me había humillado lo suficiente, yo había dejado de ser importante.
Se fue del barrio al poco tiempo y no supe más de él. Nos reencontramos treinta años después, en otro club, calvos, fuera de estado, excedidos de peso.
-¿Qué es de tu vida, Justo?
-Ahí, che, peleándola… Grande la pileta, te diré. A veces gano y otras quedo en la mitad. Ni más ni menos…®
Jeve y Ruma
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viernes, 12 de marzo de 2010
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Despensa
Cuarto de Regalos
Para Jeve y Ruma
Para ti, que escribres...
Broten las palabras de tu espíritu al papel
y dejen huella
de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz
y fuego en la luz de las estrellas.
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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No había cambiado mucho, ni más ni menos.
ResponderEliminarMuy buena historia.
Alejandro
Y sí.
ResponderEliminarHay gente que uno se encuentra después de mucho tiempo y sigue estando tan cerca o tan lejos como entonces.
Abrazo
Si, la vida tambien, esa carrera diaria por mantenerse a flote, justamente...a veces mezquinamente...
ResponderEliminarAbrazo
Horacio Fioriello
Jeve, Ruma, me ha causado mucha gracia el texto; muy bueno.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre se puede aprender al leeros. Un abrazo.
ResponderEliminarEl competidor nato, me refiero al de la vida, sufre, salvo que siempre haya ganado. Y aún así, en el futuro sufrirá intentando mantener su invicto. No estoy seguro de que valga la pena. Nunca me convenció competir, más que conmigo mismo para superarme. Y de todas maneras, como en vuestro relato, con el tiempo las habilidades se van perdiendo.
ResponderEliminarJeve y Ruma, muy bueno el cuento.
Un saludo y buen finde.
Me encantó. Recordé mis años en torno a la pileta del QAC. La pileta, ese gran lugar. Ni hablar del "pastito" de al lado. Altar de los primeros amores. Gracias.
ResponderEliminarMuy bueno!!!!, dias sin pasar, el inicio de clases hizo que deej de leerlos, hoy me tome un rato de domingo lluvioso para delitarme!!!!
ResponderEliminarComo siempre PLACER!!! NANA.
Muy buen texto, un placer pasar como siempre!
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