El grito desconcertó a Eleonora de su habitual lectura.
_ Ele, Ele, hay una cosa en la puerta, ¡mamá está asustada!
Chejov quedaría para más tarde; si bien no era de hacer mucho caso a la hermana menor –por razones obvias-, la frase una cosa, acaparó toda su curiosidad.
_ No estoy asustada, ¡estoy asqueada! –Escuchó.
Fue hasta la puerta y se detuvo en el dintel. Lo primero que vio fue a Fetiche, el perrito negro y simpático mostraba su característica alegría. Un metro más allá: La cosa, una masa amorfa, oscura y sangrante. Imaginó que en sus buenos tiempos pudo haber sido una rata pequeña, pero ahora, sin patas, cola ni cabeza, sería difícil comprobarlo. Sonrió al perrito, que movió la cola satisfecho, por fin alguien había aceptado su invitación al banquete.
_ Má, es que Fetiche cazó algo y como nosotros siempre le damos de comer, él, esta vez nos quiere compartir lo suyo, lo leí en...
_ ¡Como sea! No me importa, ¡qué asco! –Dijo la voz.
Eleonora salió y acompañada del alegre Fetiche, tomó una pala, hizo un hueco, agarró a La cosa, la enterró y tapó. Quizá con esto la voz quedara más tranquila, su hermana dejara de gritar y ella pudiera volver con su adorado Chejov.
_ ¡Ele, La cosa está de vuelta en la puerta!
Al perro le había costado medio segundo desenterrarla y, además, era insistente. Otra vez, el pocito más profundo, un centímetro por cada uno de los diez años de Eleonora.
_ ¡Ele!
La maldición de La cosa se encaprichaba con el pobre Chejov.
Mientras la tarde caía suave y generosa, las paladas de Eleonora sobre la tierra se escuchaban débiles; estaba cansada. Fetiche, entusiasmado, esperaba su participación en el juego del desentierro.
Con el chillido advirtiéndole nuevamente, Eleonora optó por la última solución. Eligió aquel lugar más apartado del parque y se sentó allí con Chejov, Fetiche a la derecha, La cosa a la izquierda. Estaba hinchándose cada vez más, como su paciencia.
Podía escuchar a la voz que provenía desde adentro de la casa con un “cómo tenés estómago para quedarte ahí, vení para adentro, por favor” y ver a su hermana haciéndole muecas a través de la ventana.
Así estuvo hasta que llegó el padre, cavó un hoyo considerable –para pesar de Fetiche- y hundió en él a La cosa. Eleonora la vio caer tan blanda...
_Tiene la mayoría de los huesitos rotos, ¿sabés?
Su padre la miró con una expresión que ella no supo interpretar y felicitó por haber tenido tanto coraje.
Con el sol saludando en el poniente, Fetiche lloraba su pena sentado sobre el montículo que guardaba a La cosa.
Chejov ya había dejado de ser interesante ese día.®
Jeve
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Para Jeve y Ruma
Para ti, que escribres...
Broten las palabras de tu espíritu al papel
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de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz
y fuego en la luz de las estrellas.
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Ciertas "cosas"mejor enterrarlas lo más profundo posible.
ResponderEliminarbuen mensaje
abrazo.
Profundidad que llega de manera reflexiva, un gusto y placer pasar a visitarte, te dejo cálido abracito y feliz semana!
ResponderEliminarQue real.Hace unos años algo parecido me sucedio con mi perra. Encontré una montañita de tierra, creí que jugando había hecho un pozo. Días después la montañita comenzó a crecer, era un gatito lo que encontré bajo de la tierra. Casi me descompongo.Como vez tu historia es bien real.
ResponderEliminarmariarosa
Un placer pasar por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo!
Sabes, Jeve, tu escrito, aunque lo disimule, es de verdadero terror. A mí me ha abandonado con la sensación de que aún luego de finalizado el relato, esa "cosa", con o sin la ayuda de Fetiche, volvería a aparecer en la superficie. Y a muy pesar de Chejov. ¡Qué cosa! ¿eh?
ResponderEliminarFeliz finde, amiga.
Hola!
ResponderEliminarTranscribí en mi blog una cita que tienen Uds. en "Sala de degustación":
...cuando todo, cualquier cosa, se podía dibujar sin haber cursado la escuela de bellas artes, cuando obras sanitarias era un edificio lleno de agua, cuando no sabía que mi canario Petronio estaba preso, cuando llorar no daba vergüenza y reír era tan fácil... Horacio Fontova.
Con el amigo Horacio quisimos buscar la fuente, busqué en internet y no encontré nada.
Me gusta realmente mucho esa cita, me darían una mano?
Gracias.
Nanu.-
Muy buena historia... y esa cosa, ¿volvera?
ResponderEliminarAlejandro
Jeve qué decirte más que me encantan tus ficciones; en ésta me ha gustado como lográs mantener la atención por saber qué sucederá y el “engunfiarse” de Eleonora porque no la dejan leer, jeje, muy real.
ResponderEliminarSaludos.
Una historia mínima con mucho cariño... a pesar de la pobre cosa.
ResponderEliminarHola Jeve, optè por tirar los dados (porque soy curiosa) y caì acà, en este relato. Yo lo interpreto como Horacio... si es que Horacio lo interpreta como yo... jaja què lio.
ResponderEliminarTiene su mensaje, no es una simple "cosa" Verdad?
Un abrazo y buena semana,
Graciela