Sebastián no recordaba la revolución, mitad porque cuando sucedió él no había nacido, y mitad porque nunca su memoria fue buena, aunque a menudo, de alguna u otra manera se "revivieran" esos años de gloria en la isla. Ahora la revolución parecía un recuerdo, algo épico, inconseguible en estos tiempos. Su padre tenía trato con el Comandante cada vez que éste visitaba el ministerio pero la relación era apenas protocolar, de saludos y listo. Como el puesto era político, también sus cuatro hijos trabajaban allí. Pero Sebastián, el quinto, no era el que más luces tenía, el padre, a pesar de los esfuerzos por encontrarle algún puesto ministerial no había tenido éxito. Le consiguió un trabajo en el área de administración de una recolectora de tabaco; una oficina lejana en medio de la isla, allí simplemente debía llenar fichas y formularios, constatar la entrada y salida de camiones y poco más. Para ese trabajo lucía uniforme gris, con algunas insignias de las que desconocía su significado pero le gustaban. El retrato del Comandante era lo primero que veía al entrar. Si bien su gusto por volver a La Habana no se había perdido, tampoco era algo que lo deslumbrara. Sin embargo, para la madre y el padre saber los nulos progresos de su hijo no les hacía gracia.
Pero llegó el día en que lo llamaron, es decir, llegó una carta de recomendación para trabajar como seguridad en pleno centro de La Habana. Sería un soldado de “la revolución”, de esa que ni recordaba. Le cambiaron el uniforme gris por uno azul que tenía bordado su nombre. Le dieron gorra con insignia dorada, silbato, palo para mantener el orden y zapatos nuevos, bien lustrados. Le hablaron durante dos jornadas sobre lo importante que sería su tarea, y cómo su trabajo reforzaría “la revolución”. Le nació un exacerbado sentido del patriotismo. De allí en más, velaría durante 12 horas por la seguridad de John Lennon.
Con el correr del curso supo quién era este personaje y que estaba muerto -un desgraciado lo había baleado allá en el país de los gringos-. Dada la exageración con que explicaron, sospechó que, o bien Lennon no estaba muerto y vivía en Cuba secretamente, o la labor a desarrollar sería cuidar el cajón de John. Ni una cosa ni la otra: el gobierno revolucionario, para mostrar su simpatía con el ex Beatle, construyó en la ciudad un bonito monumento con Lennon sentado solitario en un banco mirando hacia el naciente, luciendo su pelo largo y los característicos anteojos redondos. Los turistas se sentaban en el banco, abrazaban a la estatua y se sacaban la foto de rutina, un recordatorio de la paradoja. Media Cuba odiaba el monumento y el resto lo ignoraba. Lo cierto es que desde la instauración de esa imagen, cinco veces fueron robados los anteojos del ex Beatle. Eso enfureció a las autoridades y como no se concibe a un Lennon sin lentes, el gobierno, habiendo reparado una y otra vez la imagen no quería más arrebatos, por lo que decidió colocar dos guardias de seguridad con turnos de 12 horas cada uno para cuidar el sitio, so pena que de haber otro robo el responsable sería despedido. Sebastián, ya sintiéndose un soldado de “la revolución”, cumplía su trabajo con denodado paroxismo. Hasta jornadas donde las fortísimas tormentas caribeñas dejaban a cualquiera sin ganas de asomar la nariz fuera de casa, él permanecía, enfundado en su capa contra la lluvia, de pie a metros de la estatua, lugar que había decidido como el más estratégico.
Una noche, el mismísimo Comandante –secretamente fanático de la música de Lennon- apareció en la plaza y se sentó junto a la estatua. Ensimismado en los recuerdos musicales no vio que Sebastián se acercaba blandiendo el bastón.
-¡Salga de ahí! No es hora para las fotos.
-¡Pero qué dice, hombre, yo soy el Comandante!
-Me consta, es el del retrato, pero sea quien sea, yo estoy aquí para cuidar a la estatua, ya le dije que no es hora de fotografías. Salga, nadie, ¿me escuchó? Nadie puede sentarse al lado de John fuera de horario –dijo levantando aún más el garrote.
Nunca pudo entender por qué a la mañana siguiente -después de pasar la noche en el calabozo- tuvo que devolver uniforme, insignias, zapatos lustrados y todo el resto. Ahora Sebastián vende habanos en la plaza. Siempre que puede, se escabulle para robar los anteojos de Lennon. ®
jajajajajaja!!!! que bueno!!
ResponderEliminarUn revolucionario menos!!!
Ben escrito.
Un abrazo.
Exelente! que paradoja...la música siempre la música creando terrenos neutrales donde flamear banderas de paz, donde la revolución sea una utopía universal...amagínate! donde nadie quiera robar anteojos,donde nadie, nadie transgreda por ser "más igual" que el prójimo!
ResponderEliminarufff que buen texto!!!
una joya para empezar el año a franella limpia
abrazo
caústico humor... creo que el mismo lennon se ríe. salud amigos. un gusto visitarlos!!
ResponderEliminarMuy bueno, en particular porque con mucha altura se relata un drama que supera ampliamente a la historia narrada. Al menos es lo que a me parece. Gran abrazo.
ResponderEliminar¡¡¡Muy bueno!!!
ResponderEliminarAl fin, cumplió con su deber...
¿Por qué degradarlo?
¿quién entiende a las autoridades???
Original historia.
mariarosa
Está relamente genial el cuento, ilustra varias cosas al mismo tiempo: la mencionada paradoja, las jerarquias ante las cuáles no vale ninguna ley, el resentimiento del que ha sido removido de su puesto por hacer lo correcto, etc, etc.
ResponderEliminarEntretenido, ameno y fluido.
Y lindos los cambios operados en la plantilla del blog también, las cosas raras esas están intrigantes, jajaja.
Un abrazo, un gusto pasar por este sitio.
jojojo!!!
ResponderEliminarpobre sebastian!!! llego a su maxima madurez convirtiendose en un buen funcionario de la revolucion pero reprimiendo las sanas rebeldias de los cubanos!!!
Encima con el Comandante!!
pobre... al final no salvaron a Sebastian :-(
Hola,
ResponderEliminargenial el cuento y tu blog.
Me gustó mucho...
Desde Portugal te sigo para leerte.
Mi blog Estados de Alma también se escribe en tu idioma.
Ojalá te guste.
Un beso.
jajaja muy bueno!!
ResponderEliminarpero poco actualizado: hace unas semanas, Raúl dijo que entraban en ''la revolución dentro de la revolución''. Algo que me recuerda a lo que dijo Felipe González en los noventa: ''Entramos en el cambio del cambio''...
Saludos, Falete
jajaja! Muy bueno. Bonita historia.
ResponderEliminarDeben de tener varias estatuas de Lennon, la que recuerdo yo estaba en una plaza de una catedral reconvertida a local para conciertos, y John estaba de pie y melena al viento :)
Un saludo.
Pobre Lennon, siempre le pasa lo mismo. Pregona la paz, pregona la paz y sin embargo la violencia lo mantiene rodeado. Genial!
ResponderEliminarHola, Jeve y Ruma:
ResponderEliminarEn primer lugar daros mi más cálida bienvenida a la tripulación del bergantín de mar adentro ;D ¡no os arrepentiréis! Navegaréis por rumbos misteriosos, agrestes acantilados y aguas coralinas... Un poco de todo, je, je,je...
Desconocía que en Cuba, Lennon tuviera un monumento... ¡Vaya celo el de Sebastián, pobrecillo! Aunque las cosas de la Vida, hay que echarles pasión y coraje, como hizo Sebastián, aún a costa de perder su rango y trabajo... Total, él también codiciaba esas gafas...
Por cierto no sé si conocéis esta versión:
"LAS GAFAS DE LENNON" de ELY GUERRA
¿Y la letra?
"Las gafas de Lennon hicieron historia
Y algún que otro gesto
que hoy guardo en memoria de un tiempo que fué...
Un tiempo de flores y buenas noticias.
Un tiempo de amores y dulces caricias.
Imagine all the people...
Y aún esta por ver que no será posible.
Imagine all the people...
Y habrá que responder que no será posible
Las gafas de Lennon son lunas redondas,
tan siempre modernas
tan llenas de historias de un tiempo que fué...
Un tiempo de luces y buenas canciones
Un tiempo de guerras paradas con flores.
Imagine all the people...
Y aún esta por ver que no será posible.
Imagine all the people...
Y habrá que responder que no será posible.
Vivimos el tiempo que alcabo nos toca,
salimos al paso,
gastamos las botas de un tiempo que es.
No es bueno quedarse colgados de un sueño,
habrá que empujarlo, llegado el momento.
Imagine all the people...
Y aún esta por ver que no será posible.
Imagine all the people...
Y habrá que responder que no será posible.
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Estos son mis regalos de bienvenida para vosotros.
Fuerte abrazo.
nooooo
ResponderEliminarpor qué!! pobre Sebastian, por fin hacia algo bien, lo que le habian encomendado, que lastima
saludos!
No sabía de este monumento a Lennon.
ResponderEliminarParecido al de mafalda, sentadita en un banco en el barrio de San Telmo.
Ajá!!, me hizo acordar a la historia del soldado de San Martín!..., sólo que al pobre Sebastián lo rajaron, muy bueno, como siempre un placer! Nana.
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