"Cuando voy a dormir cierro los ojos y sueño con el color de un país florecido para mí." Canción del jardinero, María Elena Walsh
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sábado, 6 de agosto de 2011

Cuarto de Prosa -Nubes

No respondió. Como muchas veces prefirió el silencio a las explicaciones intrascendentes. ¿Qué más podría hacer?

Quizá tuviera seis o siete años cuando se dio cuenta lo de las nubes. Hablar con formas. Claro que para ese entonces los adultos  lo tomaron como una fantasía de chico.
-Mamá ¿ves la nube en forma de camión?
Y la congoja sustrayéndolo tanto hasta encerrarlo en su cuarto, ignorante de por qué se sentía así.
-Este chico está raro, necesita socializar, algún amigo, Edgardo, tendríamos que llevarlo a un club, que haga deportes...
-Nació así, ya lo dijo el médico.
El diálogo escuchado era tan extraño como la congoja.
Horas después la llamada, las corridas al hospital, los llantos  el tío se vela a cajón cerrado, ¿por qué mamá? –Pero él lo sabía-.
Las nubes le mostraron al río saltando sobre las murallas y la angustia fue tanta que a los gritos trató de que el pueblo también viera estas formas. Nadie le hizo caso. Ni siquiera pensaron en él aún después de que la inundación se hubiera llevado varias viviendas.
Caminaba con la cara al cielo, la boca abierta balbuceaba objetos, animales, infinidad de imágenes. Un sonámbulo despierto que se detenía a mitad de la calle y debía ser llevado hasta la vereda por el conductor de cualquier vehículo que minutos antes casi lo llevara por delante. ¿Qué te pasa, nene, estás loco, no escuchaste la bocina? Los de su edad le rehuían, temerosos algunos, crueles otros. Para los adultos era un pobre nene con problemas, el loquito del lugar. Qué pena por Edgardo y Lucía haber tenido un hijo así, tan buena gente que son y eso que al principio parecía normal, qué desgracia y la indiferencia hasta hacerlo invisible aunque hubiera avisado del hombre con revólver (tan claro en las nubes) que entró en la farmacia y se llevó en su fuga la vida del empleado.

Con el tiempo supo dominar las emociones. Mejoró la observación  trató de dar suaves indicios, frases como perdidas, pero eran “cosas de adolescente, no le hagas caso, Lucía, se le pasará, ya sabés cómo es”.
Ya sabía cómo era. Había nacido así, medio loquito.
La nube dibujó el barco en el que salieron a navegar sus padres esa tarde soleada. Por primera vez hizo silencio. Nunca supo si de verdad los extrañaba o era una vaga sensación.

De adulto dejó de mirar al cielo. Arriba se veía la desdicha (a la altura de su cuerpo se vivía)
Un día dejó el miedo y los recuerdos por la aventura de levantar la vista otra vez. Hubo, sí, augurios que ojalá no hubiera visto, pero también formas que vaticinaban situaciones meritorias de comentar (aunque no lo hizo)
“Por accidente”, los ojos se le fueron unos metros más allá de la luz verde del semáforo y vio una cuna. Fue padre y con ello supo de la entrega y el amor absolutos.
-Un oso, un dragón, un pato, una chimenea con humito… -Enumeraba el hijo desde el asiento de atrás. Él sentía que ese era el mejor viaje de su vida, no lo pensaba, sólo sentía; la voz del retoño repasando las formas que también descubriera segundos antes. ¿Tendría su hijo el mismo poder de clarividencia?
Podía apostar que no –deseaba que no-, se asomó ligeramente para compartir el cielo cuando el niño dijo:
-Una soga.
También la vio, precisa, sobre la garganta vieja, sobre un padre, él mismo. Ya no escuchó la voz del pequeño. Una apuesta perdida. Se desvió por el camino de tierra, hay cosas que se hacen en el momento, luego no sirven.
Bajó del auto, observó el rostro lloroso de su hijo; las nubes habían hablado para ambos. Cuando llegó al hospital con el niño muerto en brazos y la soga aun al cuello, soportó todas las preguntas pero no respondió.

Por piedad podría haber dicho.®



Jeve y Ruma

9 comentarios:

  1. estremecedor relato... no voy a mirar el sol también nube... anuncio de tanta luz, como sombra. salud amigos. un gusto.

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  2. Duro relato. Como Casandra....."les contaste un cuento sabiéndolo contar y pensaron que tu alma andaba mal....la mediocridad para algunos es normal....la locura es poder ver mas allá. Saludos.

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  3. ¡¡Terrible!!

    Me encogio el corazón. Buenísimo relato pero el contenido me estremeció.

    mariarosa

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  4. Me impactó.
    Fue su forma de salvar a su hijo del su mismo destino. También él debería haber usado la soga, entonces.

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  5. "...se asomó ligeramente para compartir el cielo cuando el niño dijo:
    -Una soga."

    Un secreto compartido, un destino definido.
    Muy duro, muy amargo...

    Con los hijos no, chicos, con los hijos, no puedo.

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  6. Sorprende el final, quizá debió compartirlo. Me gusta la forma que tiene de narrar, aunque no deje comentarios muy seguido. Saludos.

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  7. Debe ser mortificante saber el porvenir de los otros, no poder desligarse de las visiones. Aún así resulta desequilibrado el accionar final, como que si entre iguales no se protegen... quién lo hará entonces, ¿no?
    Bien por el relato y por el final también, es acordo al tono del relato.

    Dejo un beso y un mate.

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  8. Estimada amiga. Nada más bello y encantador, tu blog destila pureza y sentimiento lo plasma en su máxima expresión
    Pase a saludarte, y desear que tengas una excelente semana... llena de magia y luz...
    Gracias por visitar mi blog, serás siempre bienvenida. Yo pasare por aquí cada vez que el tiempo me lo permita, un abrazo.

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  9. uh, terrible relato. Me encantó la estructura, el principio, el final sorprendente, escalofriante.
    Muy bien narrado.

    Felicitaciones y abrazo.

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Despensa

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Cuarto de Regalos

Para Jeve y Ruma

Para ti, que escribres...

Broten las palabras de tu espíritu al papel

y dejen huella

de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz

y fuego en la luz de las estrellas.

Rodolfo Piay
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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