"Cuando voy a dormir cierro los ojos y sueño con el color de un país florecido para mí." Canción del jardinero, María Elena Walsh
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martes, 6 de diciembre de 2011

Cuarto de Prosa - Cenizas

-Estuvo aquí el martes.
Su voz se esparció por las paredes de esa habitación minimalista, desnuda hasta de lo que llaman “calor de hogar”.
-¿Cómo puede estar seguro?
-Observe las cenizas. Se van oscureciendo con los días.
Sólo vi el característico polvo gris.
-Y hubo otra persona –continuó- Las colillas son de distintos cigarrillos. Puedo asegurar también que la otra persona era zurda.
¿Sólo con mirar un cenicero? No pude evitar la risa.
-El punto de presión en las colillas no es el mismo, los zurdos presionan hacia afuera, no importa en qué posición queden dentro del cenicero. No me cree. Ya lo hará.
De pie hacia la ventana, sin mirarme jamás, con ese sobretodo que quizá tuviera treinta años, parecía el personaje de un cuento policial mediocre.
Hablaba con determinación, me cohibía pero, después de todo, yo lo había llevado ahí para que ayudara a obtener datos sobre la desaparición de Ignacio.
-Estas dos personas llegaron a una situación límite, observe –repitió, como si yo pudiera dilucidar los acontecimientos a través de estos desechos-, las últimas dos colillas fueron apretadas con mayor presión, los cigarrillos se fumaron por la mitad.
-Las últimas dos –dije con sorna- porque no fueron las dos primeras…
-No me cree. Ya lo hará.
Había algo en él que resultaba incómodo. Dije que jamás me miraba, no necesitaba hacerlo, yo sentía que traspasaba mi mente.
-¿Sólo una persona más?
-Yo le digo lo que sé.
Su respuesta terminó por descontrolarme. Hacía cuatro días que no tenía noticias de Ignacio, mi ánimo estaba sufriendo alteraciones graves, pasaba de la tranquilidad a la desesperación en forma inmediata y, para colmo, este sabueso jubilado con dotes de síquico no favorecía en lo más mínimo.
La pregunta salió sin que pudiera retenerla:
-¿Qué sabe de su muerte?
-¿Quién dijo que murió?
Me miró por primera vez. Quedé en silencio, tenía razón. ¿Por qué había descontado que estaba muerto?
Descarté cualquier excusa e inquirí nuevamente:
-¿Dónde puede estar?
-Ah, eso puede contestarlo usted.
-¡¿Yo?!
-No me cree. Ya lo hará.
-¡Escúcheme! –grité, mis manos sudaban, sentía frío, temblaba. Conocía muy bien estos síntomas, dentro de poco me desmayaría, no había tiempo de malgastar en palabras sin sentido- Dígame todo lo que sabe, es imperioso para mí saber qué le sucedió a Ignacio, ¡es mi mejor amigo!
-Le estoy diciendo todo lo que sé, el resto corre por su cuenta, seré franco: cuanto usted más me cuente, mejor podré ayudarlo.
-¿Pero qué quiere que le cuente?
-Lo que le venga en gana, a mí me da lo mismo… -Era evidente que mi presencia lo tenía sin cuidado, yo era uno de los pocos objetos inútiles que había en el living.
Me senté, tenía náuseas.
-Pregunte, será más fácil.
-¿Cuánto hace que se conocen?
-Muchos años, desde la adolescencia.
-Amigos, me dijo.
-Sí.
-¿Alguna vez compitieron por algo?
Sonreí.
-Alguna vez él se quedó con mi mujer. Vieja historia, todo está aclarado, sé que es extraño; eso no menoscabó nuestra amistad. Quizá no amaba tanto a mi esposa, mi ex –corregí-, como suponía.
-¿Le debe dinero?
-¡Por favor! No necesito dinero de nadie, ¡usted bien lo sabe, hombre!
-Pregunto si él le debe dinero.
-Sí, pero no es problema… Hace tanto que me debe que ya no espero recuperar nada.
-Y se compró este departamento, que, aunque pequeño, no es nada barato –Murmuró con sinceridad destructiva-. ¿Para qué era el dinero que le pidió?
El mareo se intensificaba y mi vista comenzaba a nublarse.
-Deudas de juego, es jugador compulsivo. Apuestas. Usted entiende.
-Apuestas… Ajá… Tome –me acercó un pañuelo-, séquese la frente. ¿Algo más?
-Mis padres… Él los llevaba en su auto… Tuvieron un accidente, Ignacio se salvó pero ellos murieron calcinados. Eran mi única familia. Discúlpeme, es un recuerdo horroroso en el que no prefiero ahondar.
-Todo se resume a las cenizas… Lo comprendo.
Le tengo terror al fuego. Las imágenes recientes provocaron un mareo cercano al desvanecimiento. Me recosté en el sillón sintiendo que mi eventual compañero estudiaba cada uno de mis gestos.
-Tranquilícese –dijo prestando interés en una fotografía- y cuando pueda, continúe.
Yo parecía hipnotizado obedeciendo a sus premisas.
-La primera vez que le presté dinero fue hace algunos años. La casa donde vivía se incendió por un cortocircuito, se quedó sin nada. Yo lo ayudé, por supuesto. Pero nunca tuvo buena suerte en sus emprendimientos…
-Jamás le pagó sus deudas. Digamos que vivía de usted, entonces.
La frase fue un trueno. No pude más que admitir en silencio.
-Esta… Patología que tiene…
-No sé –contesté nervioso-. Después de infinidad de estudios no encontraron la causa y me dieron el simple diagnóstico de “sonambulismo síquico”. No veo qué tenga que ver con el tema que nos trajo aquí.
-Sonambulismo síquico… -Repitió.
-Supuestamente me desmayo cuando no puedo controlar la situación. Luego no recuerdo nada.
-Se desmaya…
-Sí –era enervante escucharlo repetir mis respuestas.
-¿Está seguro?
El gusto agrio de un vómito se instaló de pronto en mi boca, comencé a sentir olor a humo. Quise ponerme de pie, no pude.
Me miró por segunda y última vez mientras iba hacia la puerta:
-Preste atención a esto que sucederá en breve, observe, observe y obtendrá la respuesta que vino a buscar –sacó otro pañuelo-. Tómelo, por favor.
Yo, con espanto, vi que para agarrarlo extendía mi brazo izquierdo.
-Como le dije, todo se resume a cenizas, también su amigo, ¿se da cuenta ahora? –dijo y salió.
Desde la foto, Ignacio sonreía. ®



Jeve

14 comentarios:

  1. Que bien escrito.

    Me gusta mucho el estilo.

    Un abrazo.

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  2. Hola Jeve, coincido con El Gaucho, muy bien escrito, un estilo que mantiene en vilo al lector hasta el final. Atrapante!

    Abrazo

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  3. Impecable relato. Que ritmo! Lo redujo a cenizas.
    Saludos!

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  4. Interesante cierre. Muy bueno.

    Saludos cordiales.

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  5. me encanta haberte encontrado Mucho gusto y un abrazo

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  6. Impecable. EXCELENTE.
    No te deja respirar ni pestañear.



    Un abrazo


    SIL

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  7. Muy interesante texto, me hizo recordar a "El mauinista", peliculón. Pero me gustó esa atmósfera de policial. Saludos.

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  8. Sin lugar a dudas, el estilo es impecable. Se interna plenamente en el género y llega a lugares muy sólidos en la narrativa; es imposible dejar de leerlo,

    Un gran abrazo.

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  9. Jeveque buena historia. Una joya por lo bien escrita y por los detalles, que sugieren al lector lo que ha sucedido.

    ¡¡Aplausos!!

    mariarosa

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  10. me gusta la fuerza que le otorga el cuento al personaje del viejo sabueso

    hay cosas , que no escapan al ojo sabedor, ni las cenizas

    abrazos

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  11. Me gusta el relato.Consigue que vayan surgiendo interrogantes arropado por esa vieja y apetecible atmósfera de novela negra para girar al final, y sin previo aviso, hacia planteamientos más complejos. Todo y nada está en nuestras mentes.A partir de ahora, guardaré mis fotos boca abajo. Saludos.
    naju

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  12. Me gustó mucho, no se puede dejar de leer, te atrapa, gracias jeve.
    shosha

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Cuarto de Regalos

Para Jeve y Ruma

Para ti, que escribres...

Broten las palabras de tu espíritu al papel

y dejen huella

de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz

y fuego en la luz de las estrellas.

Rodolfo Piay
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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