El escritor portugués Joao Porto publicó su novela O Corpo, de una forma algo más que original. La obra tenía 132331 palabras y Joao eligió ese número de personas, distribuidas en distintas ciudades del mundo, para tatuar en cada cuerpo una palabra. Para poder leer O Corpo, había que conocer a 132331 individuos. La editorial, más preocupada por el dinero que por el talento, editó un libro con la dirección de cada uno de los tatuados y sus respectivos nombres, ordenados según correspondía a la lectura. Hay que decir que esa suerte de guía vendió mas de 300 mil ejemplares, ya que alrededor de 100 mil lo compraron para ver sus nombres y sentirse parte de la literatura mundial, otros 120 mil fueron familiares de estos y 80 mil fueron lectores desorientados, algunos sorprendidos en su buena fe o, como el caso de Valenti, verdaderos aventureros. Hasta el día de hoy no se conocen datos concretos capaces de manifestar que alguien haya logrado leer en forma completa O Corpo. Quien más páginas recopiló fue el citado Carlos Arismendi Valenti, que alcanzó la cantidad de 3659 palabras. La cuestión le consumió cerca diez años, viajó alrededor de un millón trescientos mil kilómetros, conoció 125 países, 2832 ciudades. Vio palabras en ancianos, niños, jóvenes; desenterró cadáveres sólo para leer “y”, aguardó bajo aguaceros o soles abrasadores para palabras como “Hoy”, “o”, “casi”. En Estambul estuvo 3 días en la puerta de la casa de una mujer aguardando a que el marido le permitiera mostrar su hombro izquierdo, para leer “sí”. En la India visitó la cárcel de Rajib, y observó “inútilmente” en la espalda de un muchacho detenido por consumo de shilom.
Anotó todo en su libreta. Contrajo malaria, fiebre amarilla, gripe, pero nada lo detuvo hasta que en Colombia conoció a una mulata pulposa, que en sus pechos llevaba escrito “aquí”. Valenti abandonó todo por esa belleza, dejó de intentar leer O Corpo, guardó su libreta y se dedicó a disfrutar de aquella mujer. Muchos acusan a Valenti de vulgar sexópata, materialista, y se olvidan de la absurda excentricidad de Joao Porto, a quien nadie recuerda por su obra y que murió con la última palabra de su novela tatuada en la frente: “fin”.®
Ruma
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Para Jeve y Ruma
Para ti, que escribres...
Broten las palabras de tu espíritu al papel
y dejen huella
de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz
y fuego en la luz de las estrellas.
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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buena historia!
ResponderEliminarsalud os
Muy muy buena la historia y perféctame elegidas las palabras tatuadas en cada uno de los tatuados.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un saludo.
Mi palabra estaría escrita en mi alzado dedo pulgar derecho y diría "Gracias"
ResponderEliminarExelente! tan creible que acerte vanamente a buscar en google al autor de semejante obra maestra...( no te rías, de mi ignorancia...) perdón, eso es borgiano!
ResponderEliminarfelicitaciones
Que historia rara, o mejor dicho raro el escritor, pero bueno gracias por traerlo, lo desconocia.Si alguno de esos 130000 y más personas moría que sucedía??
ResponderEliminarCreo que el más vivo fue Valenti, se cansó y se dedico a disfrutar la vida.
Buen y original texto.
mariarosa
Original historia. Me permito una broma: francamente prefiero "aquí" por sobre "si". Lo de "si" resulta un tanto condicional y no tiene la contundencia del "aquí". ¡Muy bien, Valenti!
ResponderEliminarExcelente texto Ruma. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Casi caigo, casi creo, como siempre que te leo, pero al final no es casi, sino creo, porque hay algo que hace que no pueda pensar que lo que decís no existe.
ResponderEliminarEn lgún lugar descansará Porto, y por ahí seguirá Valenti recomenzando quizá la búsqueda, con la morena y su afán de conocer lo que resta, por toda compañia, ¿como pensar que no es cierto?
excelente.
ResponderEliminarLeo esto y no puedo dejar de pensar en aquella película de Greenaway que se llama Pillow book.
La recomiendo.
Abrazo
buen relato! un saludo, amigo. h
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