Se conocieron por una estupidez, que es así, y de ninguna otra manera, como deben conocerse los suicidas, los perdedores, los marginados. Tristina compraba mandarinas en la verdulería de la Avenida Lacroze, mientras él salía de su tumba del cementerio de la Chacarita. A los dos la gente les huía al paso. A él, puro esqueleto con una margarita colgando del hueco de las costillas, la calavera bajo un sombrero bombín abollado y agujereado; los huesos de las manos apretando un cigarrillo encanecido. Ella usaba una serpiente áspid a modo de pulsera, su rostro maquillado por las ocurrencias y las casualidades; recitaba de memorias versos propios donde “ la luz se crucificaba en el purpúreo ocaso” mientras “las nubes de sal cruzaban espejos de océanos olvidados”. El esqueleto atinó a pasar justo cuando a ella se le escapaba de las manos una mandarina. La fruta rodaba – con la torpeza propia de quien desconoce lo que es andar – por la vereda, cuando el esqueleto la pisó. Tristina los miró y le sonrió. El esqueleto sintió, ante esos ojos, algo que el tiempo le había hecho olvidar y que su propia ausencia de corazón no le permitía conocer.
Ella caminó despacio por la Avenida y él la siguió. Los tacos de los zapatos rojos de ella, hacían un tip-tap gracioso sobre las baldosas. Los huesos de él hacían cric-cracke incómodo, pero no tenía forma de evitarlo. Por fin en un semáforo él la alcanzó y le murmuró algo al oído. Ella hizo como que se sonrojaba y acarició la serpiente que llevaba en su muñeca. El esqueleto insistió en hablarle, sacó la margarita de su pecho y se la dio. A ella le pareció que él le entregaba el corazón y lo invitó a andar hasta que la noche se hizo enorme e incomprensible. Para cuando llegaron a La Strada él ardía en deseo, y ella, a que negarlo, también. Entraron y nadie se sorprendió de los recién llegados. Ella pidió un wisky en la barra mientras el esqueleto encendió un cigarrillo. Alguien puso en la fonola “Someone to watch over me” . A él el humo le salía por el hueco del esternón, y ella al verlo le pareció tan seductor... lo abrazó. Se besaron por primera vez desde que se conocieron. Ella sabía a alcohol y el esqueleto a tierra vieja. Se fueron detrás de la fonola y lo hicieron, como dos verdaderos amantes. El no tenía de que desnudarse y ella no se quitó la serpiente. Al esqueleto se le desacomodó la mandíbula y a la chica se le escapó una lágrima negra y espesa. El esqueleto la observó desde la oquedad de sus ojos y le dijo
- Estas loca.
Ella suspiró y le respondió:
- Y vos estas muerto.
Entonces sonrieron. Tras la fonola, la locura y la muerte volvieron a hacerlo. Afuera la ciudad prefería ignorarlo todo, temerosa de tener que reconocer la locura, la muerte y lo más trágico de todo, el amor de los excluidos.
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Ruma
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Para Jeve y Ruma
Para ti, que escribres...
Broten las palabras de tu espíritu al papel
y dejen huella
de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz
y fuego en la luz de las estrellas.
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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WOW!!! Amé el relato, me divirtió mucho, disfrute el avance y tiene el cierre perfecto.
ResponderEliminarCariños!
hermoso, y más. gracias con saludos... (la versión de frank... ah!!!...)
ResponderEliminarnota: el efecto de leerlo mientras escuchas el tema es interesante!!!
Ya se que estás piantao, piantao, piantao...
ResponderEliminarCoincido con el amigo Huggh, leer este magnífico relato mientras suena Frank es un placer con doble bonus, saben?, tambien se escapo por aca una lagrima, no se si negra,en el final, justo cuando hay que leer la palabra: excluidos!
ResponderEliminargracias
un abrazo! es poco, no?
Mama mía, me quede mudaaaaa!, como siempre grato placer!!!! Nana.
ResponderEliminarMe gustó mucho.Muy bueno el desarrollo hacia ese final tan especial.
ResponderEliminarEl Amor de lo excluidos,menudo temita.Lleno de riqueza pero poco abordado.¿Será por el temor que se menciona en el texto?.Lo disfruté
Muy bueno, Ruma, me gustó el relato, tiene armonía y un cierre muy acorde e ingenioso.
ResponderEliminarSaludos
Hacía tiempo que no pasaba, me voy con una sonrisa, siempre es bueno retornar a los amigos, a la buena literatura, esa versátil, entretenida y detallista como ésta.
ResponderEliminarSaludos amigos.
Lindísimo relato, con sabor a mandarina y a lágrima.
ResponderEliminarSiempre es un placer venir por acá, tenderse panza arriba en el pastito levemente húmedo y ver pasar las palabras como nubes.
Lo he leido no se cuantas veces y lo leere tampoco se cuantas mas. Es grandioso. Uno va en el limite, a veces atina a quedarse en la mera anecdota de lo que va leyendo...quizas porque cuando los ojos profundizan mas alla lo que ven es tremendo.
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