"Cuando voy a dormir cierro los ojos y sueño con el color de un país florecido para mí." Canción del jardinero, María Elena Walsh
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lunes, 25 de abril de 2011

Historias del reloj -Recuerdo de las 11:06

Una de las historias más ridículas que les puedo relatar es la de Margarita Bruzzone y Fortunato Pavese.
Moraba yo en la casa de este buen señor, solterón entrado en años, con una calvicie tan considerable como su fortuna, cuando conocí a doña Margarita -moza de belleza y juventud tan extremas como su ambición- la tarde en que Pasquale Bruzzone y familia vinieron a reencontrarse con el amigo que dejaran en su Italia natal. Emotiva reunión, me daba lástima hacer mi trabajo y estuve a punto de dilatar la última hora. Aún haciéndolo, la historia habría seguido su curso, por supuesto.
Para cuando di las seis, mi señor se había enamorado perdidamente de Margarita y ésta del piano de cola que engalanaba la sala principal.  Nadie en su sano juicio habría apostado un centavo por esa pareja pero la moza ya tenía un plan en marcha. Todas las tardes visitó a Don Fortunato con la excusa de que le enseñara a tocar el piano. Trabajo minucioso y paciente que se llevó mis mejores horas durante dos meses en esa casa siendo testigo de la liviandad de Margarita y la devoción de Fortunato. Pletórico de pasión, la colmaba de atenciones y regalos. Ella retribuía con sonrisas y tímidas miradas de reojo. Hasta que llegó el día en que don Pavese la pidió en matrimonio. Los Bruzzone, aunque consternados, le dieron el visto bueno, su hija parecía por demás entusiasmada.
Debo confesarles que don Fortunato padecía de ciertos males de la edad, lo que significaba que no podría cumplir con las obligaciones maritales. Pero aún así, Margarita la tercera semana le avisó de su embarazo. Imaginarán la cara de mi señor. Ella sostuvo que por el sólo hecho de haber compartido la cama se convertiría en padre. El pobre de Fortunato no haría pública su falta de hombría. Ese fue su fin, enfermó cada vez más y murió un amanecer de mayo. La viuda, al regresar del entierro, clavó su mirada en mí. Si no fuera por la cuerda se me habrían paralizado las agujas, era el diablo vestido de luto. No dijo nada, ni falta que hacía. Pero después se despachó, maldijo cada uno de mis segundos por haberle marcado la compañía de “ese viejo asqueroso”. A la mañana siguiente, una empresa de mudanza me llevó hacia una casa de empeño junto con el piano y otros objetos de calidad suprema que esta moza valoró tan poco como el amor de mi señor. Varios años después la volví a ver, nada quedaba de esa joven moza; no me reconoció, por suerte; yo, para esos tiempos, adornaba la sala de espera de la casa donde su único y miserable hijo la llevó para que pasara los últimos días. Así como mis agujas siempre dan la vuelta, también la vida.®


Jeve y Ruma

9 comentarios:

  1. Guillermo Grimaldi25 de abril de 2011, 11:30

    No solamente los relojes observan el transcurrir de las horas,los dias, las semanas, los meses y los años de sus dueños, las letras también lo hacen...y tarde o temprano un "funebrero" terminará llevando esa pizca de ego, que le dá ese gusto tan agrio a los textos, que como una encima maldita terminará con todo...

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  2. Ataviado en pálido disfraz, tu desnudez es fama.
    Aunque vestida con sencillo oropel
    la sangrante luna furiosa, derramará
    una lágrima oscura, ceniza volátil...fémina posesa de vanas esperanzas, perpetua y exaltada...

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  3. Un buen trabajo. Muy ágil e ingenioso. ¡¡¡FELICITACIONES!!! ME GUSTO MUCHO.

    SALUDOS, AÍDA.

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  4. Que buen relato.

    La ley de causalidad. Todo se paga.

    Un abrazo.

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  5. Me gusta la perspectiva del reloj. Da para pensar en cuánto nos observan y cuánto observamos nosotros ese discurrir implacable, que nos marca el paso y nos va arrinconando. Muy bueno chicos!!

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  6. Y que te puedo decir, el karma existe. Comprobado que todo en esta vida tiene una respuesta. Te voy a seguir porque encuentro interesantes tus relatos.

    Anímate a seguirme y estamos en contacto.

    http://elrincondelpelusa.blogspot.com/

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  7. Te digo algo que no se quien me enseño:
    "En la vida no hay premios ni castigos, sólo consecuencias"

    Hermosa historia, es una de las que más me gustó.


    (Quiero avisar a Marcelo que no beba ningún té, preparado por Jesica. Me ha robado una raíz de mandrágora. ¡Cuidado!

    Besos.


    mariarosa

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  8. En los comentarios de lo que uno escribe, se descubren cosas. Observé uno en especial que alude a oficios y proteinas, que distraen la atención de la historia del reloj.
    Extraña obsesión la de algunos lectores. Quizá les preocupe más figurar que realmente compartir la lectura; acechar, que llegar frontales.
    Amigos, como en el cuento, a veces estamos protegidos en las sombras y otras las sombras nos terminan por devorar.
    A escribir, que al fin y al cabo es lo que importa.
    Las obsesiones que las traten los terapeutas.

    Un abrazo

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  9. Me parece que esta historia es la mas encantadora de las que lei hasta ahora, igual me falta una mas me parece. Como siempre, hay partes que se me clavan, por ejemplo esta: 'me daba lastima hacer mi trabajo y estuve a punto de dilatar la ultima hora. Aun haciendolo, la historia habria seguido su curso'..primero, me resulta simpatica la intervencion del reloj, su condicion de testigo y la forma en que toma partido por uno u otro 'dueño', pero lo que realmente me conmueve es la sensacion de destino inexorable, el hecho de que el tiempo aunque él mismo no quiera avanzar, no puede cambiar esta historia, o tal vez la mia, o la tuya..
    El final es una perlita. El tiempo ni envejece ni muere..auinque de alguna manera debe ser triste ser eterno. Muchos abrazos!

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Para Jeve y Ruma

Para ti, que escribres...

Broten las palabras de tu espíritu al papel

y dejen huella

de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz

y fuego en la luz de las estrellas.

Rodolfo Piay
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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