Para Alberto Lucchesi
Antiguamente se creía que un geomante tenía intuición y conocimientos suficientes para determinar, a través de las virtudes energéticas del suelo, la influencia de éste sobre sus habitantes; era el encargado de encontrar “el genio de la tierra”.
Mudar de piel sabiendo que debajo habrá otra es sencillo. Cambiar de barrio sin saber dónde ir es angustiante. Los pueblos tienen espíritu, han crecido en forma inconsciente, tejen una red de energía propia. Cuando un pueblo necesita ser trasladado completo se hace importante aquel que debe encontrar el nuevo sitio, no son los habitantes los encargados de la selección.
Por días un hombre silencioso recorre la zona buscando el lugar exacto. Ese hombre nunca sabrá si existe un lugar mejor, muchas veces claudica su intuición para aceptar imposiciones que nada saben de pertenencia. Quizá en las noches lejanas ruegue que el pueblo mudado reconstruya también su espíritu.
El geomante despertó a varios kilómetros. Leyó la nota que le dejara su esposa –costumbre que ella tiene antes de ir a trabajar-, se dio una ducha, encendió el televisor –le gusta salir informado-, se preparó un desayuno rápido, envió un mail al hijo que vive en Europa, despertó al otro, colocó algunas prendas en el bolso; cincuenta minutos después dio marcha a la camioneta y partió. “Hay que saber optimizar el tiempo”.
A medida que transitaba, la ruta le regalaba imágenes cotidianas de gente que no conocía; el geomante meneó la cabeza y puso música para distraerse, no era bueno sensibilizarse con el folclore del lugar o saber sobre la vida de esos habitantes, su tarea nada tenía que ver con esto.
Don Luis escucha las detonaciones, ahora no les teme pero al principio lo espantaron igual que a todos los del pueblo -la montaña grita cuando la lastiman-. Se ha refugiado en lo más alto del cerro, no porque necesiten las cabras mejor pastura sino por impotencia. Descubre lo que parece ser un nuevo camino, los montículos con materiales, la procesión de camiones y lo que esa gente llamó “caserío”. Hasta allí bajó una noche con la Emiliana y el sulky apenas ajustado al pobre caballo que, a pesar de todo, entendió la urgencia. En una de esas casas –que ahora se convirtió en sala de primeros auxilios- escuchó el llanto de su primer hijo. Y del segundo. A la única escuela fueron estos hijos. En la parroquia se casaron. Uno todavía forma parte del “caserío”, el otro se fue buscando quién sabe qué, don Luis no puede comprenderlo. O no pudo en su momento, porque ahora…
-Buenas tardes.
-¡Ingeniero Giovanni! ¿Qué hace acá?
El geomante sonríe, de nada servirá repetirle que es arquitecto y su apellido dista de ser Giovanni. Un instante después de ese pensamiento intrascendente toma en cuenta la pregunta. ¿Qué hace ahí? Ambos lo saben, aunque podría haberse interpretado que don Luis lo dijo por la altura en la que están, donde sólo llegan las cabras y los puesteros desesperanzados. Ojalá esa hubiera sido la razón.
-¿Por qué eligieron este lugar para hacer el dique?
“Porque después del relevamiento de la zona se decidió que era el que mejor cumplía con las condiciones”, piensa el geomante, pero no lo dice, se limita al silencio.
Y así, en silencio ven llegar más camiones transportando otra carga de materiales.
-¡Qué grandes que son! -susurra don Luis- ¿Sabe? –Continúa mientras acaricia un pasto-, los guanacos dejaron de venir desde que comenzaron “los ruidos”. Y, claro, ellos también les tienen miedo. Yo solía cazar guanacos, aprovechaba casi todo.
No es la primera vez que el geomante charla con el baqueano. Fue don Luis quien lo guió por el lugar, lo acompañó en el famoso relevamiento, le contó de su vida, de la Emiliana, de los hijos… Cada palabra de este hombre lo hiere. Observa con atención la hondonada donde trasladarán el caserío, un traslado nada problemático, a juzgar por los pocos habitantes, salvando los pormenores de siempre.
-Cuando murió el doctor Zabriszky por dos días en el pueblo no se escuchó ni a los pájaros, igual que ahora, pero antes estaban, ahora no, no sé por qué. No sabe usted, ingeniero, cómo queríamos al doctor, imagínese, toda la vida aquí… Su última voluntad fue que lo enterraran al costado del camino, no en el cementerio. Nos impresionó mucho pero se la cumplimos, usted vio “la casita” en la entrada del pueblo, ¿verdad? Ahí es.
Silencio.
-¿También van a cambiar el camino, ingeniero?
-Sí, don Luis, es necesario, cuando se termine de construir el dique, no llevará a ningún lado, recuerde –se cuida de no decir caserío-, todas las casas se trasladarán hacia la hondonada –y la señala.
-¿Y qué pasará con el doctor?
Silencio.
-¿Para qué sirve el dique?
-En este caso –el geomante habla pausado, como disculpándose- se optimizará el recurso hídrico y proveerá energía eléctrica. Progreso, don Luis.
-Progreso… -repitió el baqueano y la mirada se le llenó de vacío- La gente tendrá casas nuevas pero… -no terminó la frase- Por ese camino yo la llevé a la Emiliana la noche en que…
-Me lo contó, debo continuar, nos vemos en otro momento, ¿sí? –el geomante siente una mezcla de emociones imposible de describir.
-Una pregunta más, ingeniero.
-Diga.
-¿Dónde van a hacer el dique?
-Al lado de donde está ahora el… Pueblo; se inundará, por eso lo mudaremos a la hondonada.
-Y usted vino para mover el pueblo.
Silencio. Fatal silencio.
Don Luis queda mirando el paisaje, nada lo apura, muy distinta es su situación de la del geomante, que, cuando da algunos pasos escucha:
-¿Sabe, ingeniero, cuánta historia quedará debajo del agua?®
Jeve y Ruma
Jeve y Ruma
siempre tus relatos tienen esa pausa del pensamiento que siente. salud. gracias.
ResponderEliminarY lo peor es que es tan cierto!
ResponderEliminarSe habla de campanas que aùn suenan, debajo del agua.
Buen relato.
Un abrazo.
"Los pueblos tienen espíritu, han crecido en forma inconsciente, tejen una red de energía propia."
ResponderEliminarEsa energía nunca se recupera cuando se mueren, debe quedar debajo del agua.
Muchas gracias amigos, totalmente identificado en este relato.
Yo
Tanta es la historia bajo agua. Si algo desaparece solo porque va mutando vaya y pase pero cuando algo desaparece porque otro lo dispone....estamos mal.
ResponderEliminarotro relato maravilloso, uno que sabe mostrar esas pausas donde el lector encuentra otras palabras que no están escritas (sólo los grandes relatos saben hilvanar esa magia).
ResponderEliminarLa palabra progreso casi nunca en existencia humana ha logrado tener un significado abarcativo, siempre ha sido el "progreso" para un grupo determinado en detrimento de otro.
Un fuerte abrazo, muy bueno.
Oh, creo que he encontrado algo diferente.
ResponderEliminarLa primera vez que leo este Blog, seguro que no la última. Curioso, muy curioso, y a mi humilde opinión muy bueno, dando a entender lo no escrito, dando a comprender lo citado.
Un abrazo, nos leemos!
Entre el sonido de las detonaciones, las voces de don Luis y el geomante, hay otra reverberación que va guillotinando y castrando todo a su paso. Los sueños, los recuerdos, las ilusiones. Sí, mejorará el servicio de Agua y la Energía Eléctrica, y se podrán instalar fábricas que en su línea de producción pongan ¡en oferta! Guanacos, liebres, pájaros, árboles, plantas y flores. ¡Viva el progreso!
ResponderEliminarFelicitaciones, amigos míos.
Cuando los pantanos donde han sepultado
ResponderEliminara los pueblos van quedando sin agua(como está ocurriendo en este tiempo de sequía)
empiezan a surgir los edificios ahogados,
primero el campanario y luego todo lo demás,
las personas del pueblo trasladado
van todos a visitarlos parecen fantasmas se mueven con lágrimas en los ojos por entre los restos de lo que antes fueron sus casas,
sus recuerdos.
Todo ello en nombre del progreso.
Por mi tierra también sucede esto.
Muchos besos
Me ha gustado muchísimo el texto. De una tristeza difícil de digerir, pero de una verdad incontrastable. Mucho se pierde con el progreso, con esta forma de progreso. Es brutal. Pero es en pos de la civilización (puaj!). Saludos.
ResponderEliminarun cuento denunciante con calidad literaria, doble valor
ResponderEliminares el espíritu de los pueblos, ese valor antropol{ogico, cultural, de vida propia..el que el llamado"progreso" ignora. Sobretodo porque no importa todo eso sino dividendos para otros.
a los pueblos originarios no los inundaron pero...
me gustó leer...
cariños
También coincido que es un relato que denuncia, lamentablemente las cosas están cambiando no de la mejor forma y se pierden cosas esenciales.
ResponderEliminarMuy bien relatado, por cierto.
Un cariño.
HD
Hermosa Historia. Me recuerda a la historia de Epecuen. No se si fue tu inspiradora, pero hoy cuando el lago baja, conmueve el corazón ver los restos del pueblo.
ResponderEliminarBella narración.
mariarosa
A mí me recuerda al desastroso proyecto de Repsol en la Patagonia chilena.
ResponderEliminarDudo que en ese caso haya alguien como el "ingeniero" al que le importe algo de lo que van a borrar.
Beso y abrazo.
hola, está muy lindo el blog. pasaba a ver como seguía.
ResponderEliminarabrazo