Cuarto de Prosa - Alianza

   La lápida del Primer Hombre contiene el secreto de la creación, es el paso del homus al hombre, el famoso eslabón perdido, y contradice las teorías hasta ahora conocidas. La Hermandad de la Búsqueda, creada en el 350 A.C. tiene como absoluta finalidad encontrar esta lápida y decodificar lo que está escrito en ella.

Son las 23:56. Dentro de cuatro minutos, hoy y sólo hoy, tal como está escrito en Los Libros, destaparé la piedra y deberé traducir sus inscripciones.

Si supieran mis Hermanos la verdad… ¿Cuál de todas? La mía, por ahora, es que no tengo idea de qué dice esta lápida pero, paradójicamente, ya no es lo más importante. Tantos años esperando la fecha. Temo por mis Hermanos del Gran Círculo. Por todos.

En el valle de Groonik existe una tumba solitaria. Los viajeros que han podido llegar (pocos son en verdad, muchos mienten alimentando su historia de vestigios reales) juran que en la lápida está escrita una extraña leyenda. Los jeroglíficos ahí grabados a la fecha no han podido ser traducidos.

Fieles a Los Libros, un grupo de elegidos fuimos en busca de la lápida del Primer Hombre, nuestro grial. Después del ritual de la Suerte nos separamos en distintos rumbos. Según las escrituras, debíamos sortear una serie de circunstancias, como si fuera un juego, si no teníamos suerte en cada una, no pasaríamos a la siguiente y nos perderíamos en los Caminos Errados. Quien fuera capaz de sobrevivir a todas encontraría la lápida y sabría por añadidura su traducción. Un elegido entre los elegidos. Ese fue el Maestro Sendall, no yo.

Algo debí equivocarme en la cuarta circunstancia porque, de pronto, me hallé en uno de los Caminos Errados. No lo supe en ese momento, jamás había estado en un lugar siquiera parecido. Vagué varios días ignorante de mi condición hasta que una noche, en medio de la bruma que cubría esa especie de pantano vi una sombra que se acercaba. Sendall. Extendió sus brazos y me dio la lápida. Ya la traduje, dijo, yo seguiré otro camino. Y se marchó sin decir más ni responder a ninguna de las tantas preguntas que le hice. Mis gritos hicieron eco y se volvieron todavía con más incertidumbre.

El Maestro Elias Sendall investigó aquel valle en no menos de tres ocasiones. Los viajes minaron sus fuerzas físicas y fortalecieron las mentales. Para llegar hasta ese valle no sólo es necesario recorrer caminos de montaña y atravesar el lago Dupret, cuyas aguas tienen una temperatura de dos gados bajos cero; se debe poseer una voluntad de espíritu para la cual hay que prepararse en el Monasterio de los Lamas. Allí se soportan dietas de semillas, compotas purificadoras del alma y se dedican cuarenta y ocho horas constantes de meditación. Durante el viaje se ha de consumir agua y no se ingieren alimentos sólidos hasta ingresar al valle. Un detalle esquivo en todos los comentados dejaría al viajero llegar a cualquier valle menos al de Groonik.

Me acabo de dar cuenta: todos los Hermanos reunidos junto a mí son incapaces de traducir la lápida, por lo tanto, diga lo que diga deberán tomarlo como verdadero, pero eso no mengua la crisis moral que padezco. Por un lado puedo sentirme el mismísimo Primer Hombre o el guardián de este máximo secreto durante tantos años buscado; por otro, soy un embaucador que consiguió la piedra no por mérito propio sino por la indiferencia de Sendall. ¿Por qué Sendall no respondió a mis preguntas? ¿Será que lo escrito en la estela es insignificante?

He decidido la opción más simple: Sendall es el Único. Yo soy su criatura, el monstruo de barro, Sendall es Dios y como tal no necesita responder, para eso existen los misterios sagrados. Creer es cuestión de fe. Mis hermanos esperan y creerán en mí, están preparados para escuchar.

23:59 Tomo un sorbo de agua, aclaro la garganta, imposto la voz.

00:00 Comienzo a traducir lo que no sé pero que será el inicio de una nueva Alianza: El Dios Sendall y su Hijo, yo. ®

 Jeve y Ruma