Al principio no le dio importancia –como a todo- pero dos días después su lengua se había agrandado el triple. Esto no estaba bien. No podía hablar, comer, tomar… Decidió ir al médico.
A Elvira, después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no le asombró el silencio de Pancho. Chau, le dijo cuando lo vio salir. Él saludó con la mano.
A Elvira, después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no le asombró el silencio de Pancho. Chau, le dijo cuando lo vio salir. Él saludó con la mano.
Ya en el consultorio, le mostró al doctor su padecimiento.
-¿Le duele?
-nnnn….
-Ah, mi amigo… Se me va a hacer estos análisis. Y escribió en el recetario. Nada más, es que el servicio médico por obra social consta de quince minutos para cada paciente.
Dos días después, Pancho volvió con los estudios.
El médico los miró con el ceño fruncido.
-¿Le sigue doliendo?
-nnnn…
-¿Comió algo que le pueda haber hecho alergia?
-fffff….nnn…
-¿Está tomando medicación?
-pfff!!
-Bueno, esa es la de siempre. Mire, mi amigo, usted no tiene nada orgánico, esto es estrés. Vaya tranquilo, me toma esta pastillita, no me come nada fuera de su dieta habitual y tampoco me tome demasiado alcohol, esto se lo digo por su presión alta, no por la lengua. Se me relaja lo más que pueda y listo. En quince días me viene a ver.
Durante esos quince días no hubo cambio, la lengua de Pancho estaba apresada en su diminuto departamento lleno de muebles artificiales. Le dolía la mandíbula por tener que aguantar semejante peso. “Estrés”, pensó. ¿Y de dónde? Hacía dos años que estaba jubilado, vivía sin obligaciones, se levantaba temprano, daba de comer a las gallinas, arreglaba el jardín, leía la parte de deportes en el diario… ¿Cuál de todos estos menesteres podría estresarlo? Ni siquiera discutía con Elvira.
Sus hábitos comenzaron a cambiar: ya no salía por las tardes a conversar con los vecinos, no iba a comprar el pan por la mañana. Elvira, después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no se asombró.
Pancho estaba triste. Haber dejado el truco de los jueves en la sociedad de fomento, terminó por estresarlo de verdad.
Una tarde, para paliar un poco el desencanto de la vida, salió a caminar.
-¡Tío!
Germán corrió hacia él.
-¿Cómo andás, tío, todo bien? ¿La tía? ¿Las gallinas? ¿Qué me contás de la paliza que le dimos a River? ¿Te enteraste de lo que le pasó al gordo Esteban? Pobre tipo, pero bueno, a cada chancho le llega su San Martín, ¿nocierto? La verdad es que el tipo es un hijo de puta, se lo tiene merecido, ¿vos qué opinás?... Tío… ¿Qué te pasa?
-dddddmmmfffff.
-¡Carajo! ¿Y eso? ¡Tenés la lengua de una vaca!
-¡mmmpltd!
-Bueno, perdoname… ¿Fuiste al médico?
-¡¡mmmsssfddds!!
-Ajá… Escuchame, vamos a lo de la Gumer, no perdés nada.
La Gumer era una vieja que oficiaba de curandera. A Pancho le daba escalofríos, soldado cobarde, que le dicen. Germán lo llevó a la rastra.
-No seas cagón, tío, qué te puede pasar. Peor no podés estar, ¿nocierto?
La Gumer le hizo abrir la boca y observó durante eternos minutos.
-Es la culebrilla -dijo.
-¿cccdddjjj?
-¿Se cura? -Preguntó Germán.
-Sí, se tiene que pasar la panza de un sapo macho por la lengua, durante siete noches seguidas. En quince días me viene a ver.
-¿¿hhh??¡¡¡¡ ¿¿Prrrssfsdddsttnnnlcsssss??!!!!
-Bueno, si no quiere curarse es cosa suya.
-Dale, tío, qué te cuesta, yo te consigo el sapo, no te preocupes, esta noche te lo llevo –consoló Germán mientras lo dejaba en la puerta de su casa.
Pancho se sintió más estresado que nunca. Entró sin una palabra. Elvira, después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no se asombró.
A la noche llegó Germán, todo misterioso. Saludó a su tía y preguntó por Pancho.
-Está afuera, debajo de la parra, escuchando la radio.
-Te traje el sapo, tío –dijo mostrándole una bolsa movediza.
Pancho la miró con repugnancia.
-Acordate de guardarlo para que no se escape. No fue fácil encontrar un sapo, viste que ya casi no hay. Me voy porque me da impresión.
Perdido por perdido, Pancho tomó coraje después de tres horas. Fue al baño, se puso delante del espejo, sacó el sapo, abrió la boca, cerró los ojos y comenzó a sobarse la lengua con el animal. Elvira justo pasaba hacia la cocina cuando notó la luz encendida del baño y la puerta abierta. Vio cómo Pancho lamía el sapo. Después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no se asombró.®
Pancho estaba triste. Haber dejado el truco de los jueves en la sociedad de fomento, terminó por estresarlo de verdad.
Una tarde, para paliar un poco el desencanto de la vida, salió a caminar.
-¡Tío!
Germán corrió hacia él.
-¿Cómo andás, tío, todo bien? ¿La tía? ¿Las gallinas? ¿Qué me contás de la paliza que le dimos a River? ¿Te enteraste de lo que le pasó al gordo Esteban? Pobre tipo, pero bueno, a cada chancho le llega su San Martín, ¿nocierto? La verdad es que el tipo es un hijo de puta, se lo tiene merecido, ¿vos qué opinás?... Tío… ¿Qué te pasa?
-dddddmmmfffff.
-¡Carajo! ¿Y eso? ¡Tenés la lengua de una vaca!
-¡mmmpltd!
-Bueno, perdoname… ¿Fuiste al médico?
-¡¡mmmsssfddds!!
-Ajá… Escuchame, vamos a lo de la Gumer, no perdés nada.
La Gumer era una vieja que oficiaba de curandera. A Pancho le daba escalofríos, soldado cobarde, que le dicen. Germán lo llevó a la rastra.
-No seas cagón, tío, qué te puede pasar. Peor no podés estar, ¿nocierto?
La Gumer le hizo abrir la boca y observó durante eternos minutos.
-Es la culebrilla -dijo.
-¿cccdddjjj?
-¿Se cura? -Preguntó Germán.
-Sí, se tiene que pasar la panza de un sapo macho por la lengua, durante siete noches seguidas. En quince días me viene a ver.
-¿¿hhh??¡¡¡¡ ¿¿Prrrssfsdddsttnnnlcsssss??!!!!
-Bueno, si no quiere curarse es cosa suya.
-Dale, tío, qué te cuesta, yo te consigo el sapo, no te preocupes, esta noche te lo llevo –consoló Germán mientras lo dejaba en la puerta de su casa.
Pancho se sintió más estresado que nunca. Entró sin una palabra. Elvira, después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no se asombró.
A la noche llegó Germán, todo misterioso. Saludó a su tía y preguntó por Pancho.
-Está afuera, debajo de la parra, escuchando la radio.
-Te traje el sapo, tío –dijo mostrándole una bolsa movediza.
Pancho la miró con repugnancia.
-Acordate de guardarlo para que no se escape. No fue fácil encontrar un sapo, viste que ya casi no hay. Me voy porque me da impresión.
Perdido por perdido, Pancho tomó coraje después de tres horas. Fue al baño, se puso delante del espejo, sacó el sapo, abrió la boca, cerró los ojos y comenzó a sobarse la lengua con el animal. Elvira justo pasaba hacia la cocina cuando notó la luz encendida del baño y la puerta abierta. Vio cómo Pancho lamía el sapo. Después de cuarenta años de matrimonio ininterrumpido, no se asombró.®
Jeve
jajaja, pucha será que el paso del tiempo, crea semejantes brechas en la comunicación.
ResponderEliminarMuy bueno
shosha
mecachoendiez, lamer un sapo y na, que la mujer está curada de espanto
ResponderEliminarsaludos
Jajajajajajaja!! que bueno.
ResponderEliminarDespues de tantos años, se ha visto todo.
Un abrazo.
Y es que lo muy conocido por ser tan conocido es desconocido. Terrible.
ResponderEliminarSaludos.
Estaré ausente por tres días, sin Internet por cuestiones técnicas.
guau... mi querida... cada día mejor... con ese aire del absurdo y humor... mi saludo, de reverencia.
ResponderEliminar¡¡Muy bueno!!
ResponderEliminarPobre tipo, no podía pasarle nada peor. Buenísima historia.
mariarosa
Como Gregorio Samsa en la metamorfosis de Kafka. La indiferencia mata
ResponderEliminarBuenísimo el cuento, Jésica. ¿Sabrá don Pancho que la lengua ancha suele ser de hipotiroidismo muy muy avanzado? Bueno, aunque en ese estado de hipotiroidismo ya habría dejado por sí solo de hacer las compras, jugar al truco, ver los partidos, etc. etc.
ResponderEliminarA lo mejor nada más quería llamar la atención de la esposa, misión imposible ésa. Creo que ella tiene la cura, nada más que a don Pancho no se le ocurre preguntárselo, porque después de tantos años, cree conocerla muy bien! jaja. ¡Bueno, las interpretaciones son libres! Sobre todo en cuentos con tanta apertura interpretativa.
Me encantó.
Un beso grandote
Fantàstico Jesica... desde el humor y la ironìa, sin perder nunca la dinàmica y la precisiòn en el relato, vas llevando al lector por un paseo atrapante que invita a la reflexiòn en muchos recodos del camino.
ResponderEliminarFelicitaciones!
Excelente. Si algo queda luego de cuarenta años de "matrimonio ininterrumpido" seguramente no es asombro. Un beso!
ResponderEliminarquizás se produjo una trnasferencia
ResponderEliminarel quería estar bien, la rutina ignora las palabras aún cuando no son escuchadas necesitan salir
y entrar en el otro
mucho para reflexionar, incluso la acotación de la obra social , tan real en lel lampazo que es una entrevista..
cariños