Ese desierto que se despereza en levedad de nubes, tiene un verdadero dueño despojado y un invasor, ninguno de ellos piensa ceder. El Coronel Rauch acaba de escribir una carta para el Gobierno de Buenos Aires. “Excelentísimo, ayer hemos ahorrado balas para la Nación, degollamos a 27 Ranqueles”, firma con elegancia, el cuerpo flaco, más conocedor de hambres que de festines, la piel curtida por sol y viento rebelde, entre sus manos la lanza se ha hecho una parte más del brazo. Mientras sus hombres desarman el campamento, hunde su mirada espesa en el horizonte tratando de adivinar el futuro. Acaba de entregar la esquela al mensajero asignado por su Teniente, agazapado entre las rocas siente la respiración robarle el pecho, pero es General de ejército, educado en la escuela prusiana sus pares lo llaman Arbolito y sabe bien, aquello que vendrá sólo lo conoce el destino. No entiende como llegó hasta allí, a luchar junto a algunos hombres blancos que se manifiestan contrarios pero no amigos, el paso del caballo se aligera, ya están cerca le late el corazón, su soldado de confianza le acaba de acercar la información, son algunos rebeldes acompañados por indios, una chusma desorganizada, escupe al suelo, respira profundo, la noticia no lo sorprende, hunde un trago de alcohol, tose con la soberbia de quien cree que está tan acostumbrado al aguardiente y nada podrá con él, casi no siente que las tripas se desarman con cada sorbo.
Hay ventajas similares para ambos, Arbolito no sabe quién de todos aquellos es Rauch, y el Coronel desconoce que entre esos indios, todos signados a la ignorancia de la historia, hay uno flaco, alto, que alguna vez será un grito de verdadera guerra.
El militar revolea su sable hiriendo y matando con nulo sentimiento, la lanza se ha quebrado dentro del cuerpo enemigo. Hace girar el caballo, los brazos le duelen, clava las espuelas con furia busca el cuchillo en su cintura y arremete contra el ramillete de hombres que luchan cuerpo a cuerpo. El caballo empuja, una mano lo aferra de la chaqueta, tira con fuerzas hasta que logra hacer caer al jinete.
Aquella tarde Arbolito ahorra balas para los Ranqueles, pero no fue tan infame para escribirlo en una carta. La sangre de Rauch ni siquiera sirvió para abono de tierra. ®
(Federico Rauch, militar prusiano contratado por el gobierno de Rivadavia para exterminar a los indios Ranqueles. Arbolito (Nicasio Maciel) ranquel que mató a Rauch en la batalla de Las Vizcacheras)
Ruma
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Para Jeve y Ruma
Para ti, que escribres...
Broten las palabras de tu espíritu al papel
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de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz
y fuego en la luz de las estrellas.
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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Marcelo, que buen relato.
ResponderEliminarMe gusta cuando la verdadera historia se acomoda en un relato ella sola se hace cuento.
saludos.
mariarosa
Muy bueno, es así como debieran enseñar la historia, con la verdad y del lado de los que más perdieron! los dueños de las tierras.
ResponderEliminarGracias por vueltearme, reconforta el alma, que alguien se llegue, y que a parte, deje un mimito en palabras. Gracias! Has visto el otro blog? Allí también hay una linda historia familiar verdadera.
Me pareciò muy bueno lo que escribes, vengo a devolver visita y ya ...me apunto
ResponderEliminarSaludo Cordial
Cris // mujeresdesincuentay
¿Podremos, algún día, encontrar un equilibrio -un "acuerdo"- para relatar nuestra historia? Falta, me parece. Falta mucho. ¿Quienes son "los malos" y quienes "los buenos" en una guerra? Goya supo definir muy bien esta cuestión. Respuesta: nadie.
ResponderEliminarLuego, muy bueno el texto, para variar, Ruma.
La primer frase ya es poesía, a pesar de la crudesa de la historia, muy bueno Ruma, felicitaciones. No es facil escribir despertando interes en el lector con la historia, gran mérito.
ResponderEliminarAlejandro
Me gusta ver que los indios son revindicados,claro que ellos no escribieron,los infames si.
ResponderEliminarGracias Marcelo ,a pesar de lo triste de la historia guarda mucha poedia.
shosha
Se me produce una confusión entre los personajes, al comienzo del relato.
ResponderEliminarDespués se me aclara.
Saludos