El sol apronta sus primeros colores, le regala un anaranjado brillante sobre el rostro y ella responde con una sonrisa. Desde que escuchó por primera vez la leyenda tiene el don de sentirlas, saber el día exacto en que regresarán. Es el cuarto año que escapa de la casa para poder contemplar su llegada, ojalá esta vez no demoren y ella pueda regresar antes de que despierten sus padres.
Cuando el cielo no tenía los colores que ahora lo adornan sino un verde acuarela, las gaviotas ya existían. La Gran Bandada migraba desde los Cárpatos hasta la calidez de Portugal y unos meses después emprendían el regreso. Afrontaban largos trayectos sobre el mar expuestas a inclemencias varias. Su protector era Jrat el Pastor, haciendo sonar un cuerno de oro guiaba a los pájaros por rutas seguras, alejándolos de cualquier peligro. La cuantiosa bandada de Högni partió de regreso en medio de una fuerte tormenta; nada deberían temer pues Jrat los acompañaría, pero él, cansado de satisfacer los caprichos de los dioses con una tarea que consideraba poco digna, decidió descansar y se quedó dormido.
Högni dirigió a la bandada volando sobre el mar, confiada en el poder del pastor, pero la tempestad era tan fuerte que confundió el sonido del viento blanco con el que emitía el cuerno de Jrat y fueron a dar al centro de la tormenta; por la misma fe que las impulsaba enfrentaron el vendaval sin saber que Jrat las había abandonado. Tarde se dio cuenta Högni de su error, no podrían recuperar la ruta, la bandada estaba exhausta. Desamparadas, olvidadas por su guía, eligieron morir juntas. Extendieron sus alas y, entregadas, se dejaron caer en formación.
Jrat despertó y descubrió la figura triangular que dibujaran los cuerpos en el agua. También las vieron los dioses superiores, quienes, en homenaje a la fe demostrada, resolvieron crear una isla en el lugar de la caída, condenando a Jrat a observar eternamente la consecuencia de su irresponsabilidad.
Ingeborg no duda de que la arena es blanca porque está hecha con las plumas de La Gran Bandada. El punto en el horizonte poco a poco se vuelve triángulo. Ella agita los brazos y salta. Las gaviotas se arremolinan a su alrededor antes de posarse en la playa. Es un momento intenso y breve, lleno de complicidad, la comunión del encuentro. Se marcha sonriente, algún día también será parte de una bandada.®
Jeve y Ruma
Foto extraída de Internet.
Bello texto y también la fotografía.
ResponderEliminarMe recordaste a mi padre que cada año esperaba en la playa la llegada de las golondrinas.
Alejandro
Muy hermoso el post que compartes en este día, es un placer acercarse a tu espacio.
ResponderEliminarCálido abrazo.
Me encantó. Hermoso relato, muy bello.
ResponderEliminarPrecioso! Lleno de ilusion y ternura, de sentimientos netamente humanos. A mi me evoca recuerdos de uno de los momentos mas poeticos de mi vida, de aquella poesia que no precisa palabras.
ResponderEliminarGracias por tan hermoso relato.
Muy bello relato, envuelto en una mística muy particular y un mensaje que estimula a remontar vuelo.
ResponderEliminarNo pude dejar de asociar con Juan Salvador Gaviota.
ResponderEliminarJeve, Ruma este texto -y lo digo de verdad- me ha encantado; ese aire mítico, pero contenido en la apertura y el cierre por la niña que revive como auténtica -¡qué suerte, Dios!- la leyenda, acerca al lector y le da una intimidad que se perdería si sólo se reflejara el mito.
ResponderEliminarEn fin, lo guardo con vuestro permiso en mi biblioteca virtual.
Saludos.
gracias !
ResponderEliminarMe agrada esa ansia de libertad que se refleja en este relato, la añoranza en sí de ser felices, la comunidad y el calor de la bandada. Un relato, que por su fluidez, es un alivio y el anuncio de la primavera, al menos para aquellos que vivimos en el norte de Europa. Me recordó al "Marvilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia" de Selma Lagerlöf...¿Lo conoces?...Un abrazo muy fuerte, un amigo en la distancia.
ResponderEliminarqué lindo texto!
ResponderEliminar:)
Abrazos!
Siempre es un placer llegar a tu blog, una se encuentra con textos tan bien escritos que no se puede hacer otra cosa que amirarlos.
ResponderEliminarGracias
Mariarosa
Buyen relato, bellisima historia, placer enorme como siempre!! Nana.
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