"Cuando voy a dormir cierro los ojos y sueño con el color de un país florecido para mí." Canción del jardinero, María Elena Walsh
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lunes, 22 de marzo de 2010

Cuarto con ventana al mar... -La habitación íntima

-Hortensia, ¿la señora?
-En la habitación íntima, señor.
Tío Eduardo murmuró y fue hacia su dormitorio.

Priscila y yo nos miramos abriendo bien los ojos, no era la primera vez que escuchábamos hablar de ese cuarto, nos intrigaba. Recuerdo que antes de entrar a la casa, solíamos mirar por las rendijas de sus postigones cerrados, pero nunca tuvimos éxito.
-Marito, ¿qué hay ahí?
Nuestro primo pareció disgustado con la pregunta:
-Yo qué sé…
Detuvo el cubilete, como si quisiera guardar el tiempo dentro de ese vaso.
-Tirá, dale –dijo Priscila.

Con mi hermana habíamos descubierto que si uno de los tíos estaba allí, el otro no entraba, ni siquiera golpeaba a la puerta. Hicimos toda clase de conjeturas sobre la enigmática habitación. Los años fueron evolucionando estas suposiciones. Al principio pensábamos que tía Elena hacía manualidades y no quería que nadie las viera hasta que estuvieran listas, o que tío Eduardo armaba barcos dentro de botellas –necesitaría silencio y concentración-. Como jamás vimos ni manualidades ni barcos en botellas elegimos otras opciones no menos ridículas, por ejemplo, que tía Elena cantaba sin público porque su voz era espantosa pero le fascinaba cantar, o que tío Eduardo se depilaba los vellos del pecho con una pincita, uno por uno, frente al espejo. Nunca escuchamos cantar a tía Elena, no supimos si tenía buena voz, y tío Eduardo lucía un pecho absolutamente velludo. Ya en la adolescencia nuestra idea más concreta, en la que desgastábamos las noches agregándole todo tipo de detalles era que ambos tenían amantes. Claro estaba que sabían del amante del otro, por eso no entraban a la habitación. Hortensia oficiaría de nexo, la pregunta necesitaría una respuesta en código, por supuesto y nada mejor que “habitación íntima”.
De adultas, otras actividades tomaron peso y este racimo de locas suposiciones quedó a la espera de momentos menos tempestuosos, pero de vez en cuando nos preguntábamos qué habría allí adentro. ¿A qué olería aquel cuarto, a toallas húmedas, cigarros, perfumes orientales?

Los tíos murieron, Mario, único hijo, cerró la habitación en nuestra presencia y me dio la llave, poniendo como única condición que la utilizara cuando ya “todo hubiera terminado”. Continuó viviendo en la casa paterna hasta su muerte, hace un mes. Sin descendencia directa, las herederas fuimos Priscila y yo. Mientras nuestro primo estuvo con vida –postrado en los últimos tiempos- nos ocupamos de ayudarlo en todo lo que pudimos, desde cuidar de su salud hasta la limpieza de la casa. La habitación siempre estuvo bajo llave, una promesa intrínseca. Para ese entonces, cansadas de su apatía por contestarnos, ya habíamos dejado nuestras preguntas de lado. Recuerdo que una tarde nos dijo:
-A veces hasta el tic tac de los relojes molesta al silencio, lo aturde. El tiempo debería estar hecho de silencio. Es mejor no saber lo que no es conveniente. Cerrar las puertas sin haber entrado nunca. Dejar así al silencio. Morir sin saber. Como yo.
Quizá fuera otro de sus delirios, la medicación no estaba haciendo efecto.

Ayer, en el mismo living que nos vio jugar tantas veces, esperé a Priscila para decidir qué haríamos con la casa; en mi mano, la llave. Mentiría si dijera que no estuve ansiosa al extremo, me llegaban imágenes y recuerdos de la infancia, esa inquietud, esa intriga, la exasperada necesidad de enterarnos de lo que imaginamos prohibido.
Cuando el timbre anunció la llegada de mi hermana, quise incorporarme en un movimiento pero la artrosis exigió que lo hiciera en varios. Los años no sólo aportan secretos.
Juntas subimos la imponente escalera. Priscila luchó con la cerradura hasta que, por fin, ésta cedió. Volvimos a mirarnos con los ojos bien abiertos, llegábamos al fin de todas las historias. Entramos despacio, sintiéndonos ladronas. La puerta lamentó tantos años de clausura, un aroma a noche se escapó, las tablas del piso crujieron el dolor de volver a sentir peso humano.
Tardamos en acostumbrarnos a la oscuridad. Al encender la luz pudimos ver la habitación íntima. Nada, ni una silla; la ventana, tapiada. ®




Jeve y Ruma


Nota: Este cuento resulta consecuencia de un "juego" que venimos haciendo con quienes quieran participar, en el blog http://arsushuaia.blogspot.com/

9 comentarios:

  1. ¡Buenísimo! Pero qué bueno. Pusiron luz a mi día. Gracias.
    Otro si digo: ¿Se imaginan el "bolonqui" que se arma si incorporamos este relato a la saga? ¿Quién explica la belleza del caos?
    Un fuerte abrazo, amigos.

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  2. Un texto bellísimo, sin duda. Enhorabuena.

    Saludos.

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  3. De ustedes me gusta que al leerlos las palabras escritas se hacen imagenes, se ven. La imaginación nos situa en esa habitación y vivimos junto al personaj,muy bueno.

    Un beso.

    Alejandro

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  4. Y sí...
    Nada que hubiera en el cuarto calmaría la ansiedad de tantos años de secreto y de tantas hipótesis y conjeturas.
    Ni las de los personajes ni las nuestras.
    Sostengo, y esto tambien es una hipótesis, que la habitación íntima conectaba con otro lugar.
    Un lugar secreto que no estaba en la propia casa.

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  5. magistral manejo del suspenso y un final que le da contenido a la palabra intimidad aún cuando la vacuidad ocupe todo el espacio.
    bravo!!!
    Horacio

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  6. Chicos, un relato impecable; engancha desde el comienzo y no te suelta hasta el final. Me gustó mucho también la evolución de las suposiciones con la edad. En fin, enhorabuena por tan buen relato.

    Saludos.

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  7. Foja cero.¡Qué desilusión para las dos hermanas! Esperar toda una vida para luego encontrar una pequeña habitación vacía pero a la vez repleta de secretos que ni ellas ni el lector jamás conocerán.
    Jeve, Ruma... nos cuentan, aunque sea bajito.
    Impecable el relato.
    Un saludo.

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  8. Leerte es como tener un libro en las manos sonroendo placenteramente con cada acto, diálogo, gracias pro compartir tan bellas obras, un besopte y mis humildes felicitaciones!!!

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  9. Cuantos juegos imaginarios, sobre esa habitación y al final; nada.
    una buena formula para copiar, un lugar propio, silencioso de todo, vacío de nada, lo mejor para pensar.

    María Rosa

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Despensa

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Cuarto de Regalos

Para Jeve y Ruma

Para ti, que escribres...

Broten las palabras de tu espíritu al papel

y dejen huella

de tal modo que permanezcan vivas, eternas en la roca testimonio de tu luz

y fuego en la luz de las estrellas.

Rodolfo Piay
http://visionesdeojosabiertos.blogspot.com/
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