No hay día –créanme- sin que aparezca alguien nuevo, y a pesar de ser un grupo –no queda otra- solidario con los nuevos, somos cuatro infalibles, infaltables a la reunión nocturna. Es sólo nuestra. Resulta hasta gracioso cómo las distintas edades y circunstancias –sobre todo estas últimas- pueden formar un conjunto homogéneo.
Orlando, por ejemplo, es un tipo callado, con actitud casi melodramática, siempre al borde del colapso nervioso. Fue síndico. Es amigo de Eduardo, cantante amateur de tango, filósofo de billetera vacía y vecino de vereda compartida por las tardes. Sergio, el tercero, drogadicto incorregible, hace poco lo vi con la nariz estampada sobre las rayas que una nena dibujó con tiza en la pared de entrada. Es el más joven, el que aporta algo de vida al grupo. Y yo… Bueno, qué decir de mí, mujeriego con honores, noctámbulo, bohemio, una pinturita. Es lo que hay, diría mi abuelo. También escribo, para no perder la costumbre. Sergio me apodó “el escriba”. Buen título.
La noche de este relato, comenzó como siempre, para abajo.
-Esto es un desastre –dijo Orlando- no pensé que fuera tan aburrido, se los digo de corazón, yo tenía otra expectativa…
-¿Y qué pensabas, que sería un jolgorio? –Respondió Sergio- No hay demasiados cambios, bah, uno hace los cambios. Si te quedás ahí sentado te saldrán telarañas.
-Hemorroides –dijo Eduardo y se rió con esas ganas tan contagiosas.
-Pero es verdad –aportó Sergio-, acá no pasa nada. Afuera tampoco.
-¿Otra vez saliste? –Orlando es un cobarde.
-Siempre lo hago… La fuerza de la costumbre, ¿viste?
Nadie entendió la razón de Sergio pero no preguntamos, nuestra atención fue a parar a la puerta.
-¡Es Manolo!
-¿Y?
-Manolo, Sergio, el gallego de la esquina, el que tiene el almacén…
-Tenía, querrás decir.
Sergio avanzó para darle la bienvenida con la estupidez que lo caracteriza:
-¿Te moriste, Manolo?
-No, está de visita –eructó Eduardo.
Al pobre gallego no le hizo gracia, se lo veía desorientado. Lo pusimos al tanto y cuando terminamos con las explicaciones, dio media vuelta.
-Yo de acá me voy.
-No seas burro, no hay otro lugar, bah, sí, hay muchos, pero son todos iguales.
Se fue, nomás. Creo que le dimos miedo.
Quedamos algo así como consternados. Nos miramos en silencio y decidimos jugar al truco sobre el mármol de María de los Dolores Incháustegui, amada madre, siempre te recordaremos. Era el mejor “paño” que encontramos, negro, brilloso, grande. Eduardo comenzó a cantar “Fumando espero”, de lejos se escuchó el chillido de Azucena diciendo que no podía descansar.
-¡Andá, vieja chota, si descansando estás! –lanzó Sergio y todos aplaudimos.
Sí, Orlando tenía razón, estábamos aburridísimos.
Eduardo sugirió ir a cantar a coro por las calles de Gerli –su barrio natal- alguna milonga, pero es el único que tiene buena voz y no quisimos hacer el ridículo. Orlando tuvo la genial idea de ir de tour por la parte de atrás, a la que nunca íbamos, pero no nos pareció tan genial. Sergio propuso salir de putas, emborracharnos, asustar un poco a los ilusos y volver al otro día. Hasta asustar a los ilusos hice en mis buenos tiempos. No, necesitábamos algo mucho más fuerte. Y se me ocurrió. Desarrollé mi proyecto con la mayor claridad que pude. Fue halagador recibir una efusiva respuesta de aceptación.
Las actividades comenzaron a la noche siguiente, desde ese entonces, “el club de los desahuciados” abre sus puertas una vez por semana; de vez en cuando se une Manolo, que después de vagar por otros rumbos volvió con la frente marchita. Aunque hasta ahora los resultados no se vean, tampoco nos desesperamos, tiempo es lo que sobra y las ganas –esperanza, si quieren- nos mantienen activos. No digo que seamos felices, pero al menos esta eternidad se hace un poco más soportable de lo que fue la vida.®
Jeve
Que bueno!!
ResponderEliminarEl final es impredecible, aunque parece, despuès, tan lògico!!
Muy bien escrito.
un abrazo.
Idea original y bien escrito.
ResponderEliminarGran originalidad en el cierre, Jeve. Me gustò!!!
ResponderEliminarUn abrazo,
Graciela
Muy bueno, distinto y novedoso. Un abrazo.
ResponderEliminarImpecable!! sobervio!
ResponderEliminarMuertos. Ellos viven.
ResponderEliminarRealmente me gusto el texto, creo que todos los que parimos letras, queridas y bastardas; tenemos un grupo así, acá somos un grupo disparejo de actitudes y fines que nos hacemos llamar los "Wanabe" (con faltas ortográficas de lengua inglesa y todo) los que nos reunimos en un bar igual a otros, que se llama Rayuela, y hablamos y escribimos y nos aburrimos, solo para hacernos a la idea de que el tedio se rompe los miércoles por la noche; en el mismo lugar, haciendo lo mismo, cada semana,
ResponderEliminarP.D. también somos cuatro infaltables insoportables, insospechados e insostenibles.
Deshora.
Siempre hay de esos locos por la vida verdad?. Como siempre un grato placer pasar. Nana.
ResponderEliminarQué decirte, Jeve, tus escritos transportan de una manera tan sutil que uno queda un rato dentro, disfrutando o sufriendo (o ambas cosas), una vez terminada la lectura.
ResponderEliminarBesos, querida amiga.
Maravilloso, Jeve. Me gusto todo pero especialmente el segundo párrafo donde caracterizas de manera tan original a los personajes. Da gusto leerte.
ResponderEliminarSaludos.
MUY BUENO JEVE.
ResponderEliminarComo nos vas llevando de las orejas hasta darnos cuenta que son todos finados y estan en una reunión.
¡¡Excelente texto!!
mariarosa
JA ,yo espero encontrar un grupo parecido,todo se mas llevadero.Me encantó
ResponderEliminarperdón la del mensaje anterios soy yo ..shosha jaja la Vargas
ResponderEliminarMe encantan las fotos. No me canso de decirlo. Y más, los titulos. Muy bueno, che. Muy bueno. Abrazo.
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