Claude Tisserant era un hombre de suerte y abusó de ella sin detenerse a medir consecuencias. Me había heredado junto a una pequeña fortuna que fue diezmando entre mujeres, noches, copas hasta que eligió la peor manera de recuperar todo.
Su padre, Pierre Tisserant, supo ser un importante joyero de París. No era el favorito de los reyes, pero sí de la aristocracia francesa. Él me adquirió en un viaje por Berlín, aun sabiendo los años que ya balbuceaban mis agujas. Era un hombre inteligente, no por esta actitud hacia a mí, sino porque era hábil en el negocio de la compra y venta, además de ser un verdadero rufian a la hora de comerciar; capaz de vender joyas del mejor nivel y de las otras al mismo precio exorbitante, sin que le temblara la mandíbula a la hora de pedir cada franco.
Después de su muerte fui a dar mis servicios a Claude Tisserant. Conocí los desvelos de maratones sexuales, me vi presenciando borracheras inhóspitas, alguna pelea sin sentido. Creo que supe antes que él cuándo comenzó a acabarse la suerte y el dinero.
Vendió las últimas joyas pero se alejó de aquella vida lisonjera para “recuperarlo todo”. Esas palabras usó frente al espejo. Entonces me especialicé en otra actividad bien distinta: apuestas en carreras de caballos. Por aquellos años la actividad no estaba bien reglamentada en París. Tisserant fue lo que los apostadores llaman “un tierno”, fue fácil como un faisán para los lobos. Duramos unos meses, con más pérdidas que aciertos. El traidor final fue Dynamite, un caballo mañoso al que Claude me apostó seguro de que ganaría la carrera. Pero el tal Dynamite o su jockey o la suerte que ya había dejado a Claude tiempo atrás; me hicieron cambiar de mano por primera vez sin que hubiera billetes o sentimientos de por medio.®
Continúa
Jeve y Ruma
Muy bueno.
ResponderEliminarAmerita la continuaciòn.
A tomarle el tiempo a los caballos!!
Un abrazo.
Nos seguimos leyendo, con gusto. Un abrazo fuerte desde el trópico. Salud.
ResponderEliminarBueno, un rato como Claude nos mereceríamos vivir todos,no? Si....ya sé que no es poético pero me salió de adentro cuando leía detalles.
ResponderEliminarUn beso.
A ver cuando llega la proxima entrega! me gusta esto de compartir los secretos de vida de un reloj. El pobre alli, inmovil, siendo testigo obligado de todo tipo de situaciones. La lectura se hace agil, muy clara y amena.
ResponderEliminarEspero el suguiente.
Abrazos por dos.
Ah... ¿Por dónde andará tictaqueando el viejo reloj ahora?
ResponderEliminarSugiero capítulos más largos. La brevedad me inquieta como me inquietaban las historietas de la contratapa de los diarios.
ResponderEliminarSaludos.
Me gusta la lectura que se adquiere en esta expresión literaria tan bien llevada... dócil, distinguida, y con ese dejo que incita a la próxima continuación. Me encantó la originalidad de la cocina de un texto, paso a paso... genial, una excelente receta y mi admiración por esa cantidad necesaria que le han aplicado: "la idea". Lamentablemente estoy muy poco por el blog, pero me han atrapado, me gustan mucho este tipo de fusiones, felicidades por ello!! cada vez que pueda entraré.. Mis saludos a ambos, hermoso blog!!! Suy )-(
ResponderEliminarChicos muy buena narración y la historia va creciendo en interes...
ResponderEliminarLos sigo.
mariarosa
Gran entrada, con este relato del reloj =)
ResponderEliminarhttp://dibujosdegerardogc.blogspot.com/
Pocas cosas son tan adversas como que no te hayan vendido, simplemente apostado. Pobre reloj. Y pobres muchos seres humanos, tan "apostados" como el reloj.
ResponderEliminarDinamite, lo dinamito al pobre Claude. Veremos como sigue la historia.
ResponderEliminarAlejandro
Hay que jugarle a los burros!
ResponderEliminarMe gustó muchísimo.Tiene la carga de originalidad y buena escritura a la que nos tienen acostumbrados.
ResponderEliminarEntrar aquí es garantía de buen leer.Los saludo
Interesante narración!!! sigo atenta... Nana.
ResponderEliminar